RECUPERAR LA MEMORIA HISTÓRICA 1/2
 
   
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Hay quien piensa que ya está todo dicho sobre la guerra civil española y que de la posguerra ya se ha escrito suficiente. Estas personas mantienen que existe una ingente bibliografía sobre la dictadura de Franco, que se cuentan por cientos las obras donde se utiliza el reproche histórico como argumento para denostar al dictador. Los defensores de esta tesis consideran, además que, a estas alturas de democracia, continuar removiendo los rescoldos de aquel drama constituye un anacronismo, que los que lo hacen sólo pretenden abrir viejas heridas que están a punto de cicatrizar, amén de otros argumentos políticos en vísperas de elecciones. La intención de este conservadurismo democrático no es otra que “ olvidar y pasar página ” excusando una falsa piedad con la dramática remembranza y el dolor octogenario evitando, de paso,   participar en un debate en el que siempre se sintieron incómodos. Tal vez porque, para sus adentros, reconocen el pesado lastre que supuso el franquismo en la historia de la oligarquía, la hidalguía, la burguesía, el ejército y cuantos sectores se arrimaron al reparto de poder mediante el sometimiento de las clases sociales más desfavorecidas.

Han transcurrido sesenta y ocho años de aquel fatídi co golpe de Estado del 36 que sumió en el caos más absoluto a este país. Tras los horrores de la guerra los vencedores, el régimen totalitario acaudillado por el General Franco, cubrió las ruinas de la guerra con el manto negro de la inclemencia y la venganza. Por la razón de la fuerza, que no mediante la fuerza de la razón, el régimen democrático y legítimo de la 2ª República fue hurtado violentamente iniciándose, de esta forma, una de las represiones más crueles de la historia. Durante el primer franquismo España se convirtió en una inmensa prisión sembrada de campos de concentración, batallones disciplinarios, campos de trabajo, cárceles habilitadas y hacinamiento penitenciario. 192.684 personas fueron sumariamente ejecutadas entre 1939 y 1944 (F.Caudet). Un genocidio en toda regla si atendemos a la definición que sobre el término hace la Real Academia de la Lengua: “ eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, religión o de política”. ¡192.684 muertes en cinco años¡ Una auténtica vesania.

Pero no sólo se perdieron vidas. Los derechos sociales y laborales conquistados con gran esfuerzo durante la democracia inmediata al golpe militar del 18 de julio de 1936 se esfumaron como la bruma del Guadalquivir. La oposición política que logró librarse de las sacas de fusilamientos o de la cárcel, hubo de exiliarse en el extranjero o arriesgarse a una clandestinidad donde se contabilizaron miles de muertos.

 Durante los años cuarenta, cementerios, cunetas, pozos y cuevas se utilizaron como fosas comunes donde se amontonaban los cadáveres de los represaliados políticos exterminados por el régimen franquista. Recientemente la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha documentado muchas de estas fosas donde fueron asesinados y sepultados miles de republicanos cuyo único delito fue defender la legitimidad de un gobierno elegido en las urnas. Cientos de cadáveres se hacinan unos sobre otros en las fosas comunes de Palma de Mallorca, Canderda (Ávila), Pikoketa (Guipúzcoa), Medellín (Badajoz), Saulecin (Orense), La Barranca (La Rioja), Pozos del Candé (Teruel), Fuente de San Cristóbal (Pamplona), Barranco del Toro (Castellón); o en los cementerios de San Salvador (Oviedo), Ciriego (Santander), Talavera de la Reina (Toledo), Colmenar Viejo (Madrid), Cartagena (Murcia), Lérida, Melilla....etc. A este obituario masivo hay que sumar las fosas jiennenses del cementerio de San Eufrasio (Jaén) con casi 2.000 represaliados sepultados de forma masiva entre fusilados, presos muertos en prisión y muertes violentas fruto de la represión franquista. Pero también en Andújar, La Carolina, Martos, Linares, Villacarrillo, Huelma, Alcalá la Real, Arjona, Cazorla, Mancha Real o Úbeda son, entre otros, municipios donde existen fosas comunes en las que yacen innominados víctimas de la dictadura.

En las cárceles españolas se alcanzaron unas cotas de hacinamiento sin precedentes. En la prisión provincial de Jaén hemos contabilizado 4.000 reclusos en 1941 cuando este edificio de 1930 no debía albergar más de un centenar de internos. Se superó en cincuenta veces la capacidad para la que fue construido.

De aquel primer franquismo quedó un reguero ingente de represaliados muertos y desaparecidos que, aun hoy, nadie es capaz de cuantificar puesto que a cada investigación surgen nuevas fosas, más cadáveres sin identificar.

Han transcurrido casi setenta años, sesenta y cinco de la instauración de aquella dictadura que se prolongó hasta 1975, mientras el caudillo conservó la vida. Durante este dilatado periodo los vencedores de la guerra han tenido tiempo más que suficiente para honrar a sus muertos. El régimen reguló las exhumaciones de las víctimas de su bando que fueron dignamente enterradas, con todos los honores, como mártires “ caídos por Dios y por España” , en la suntuosidad de panteones y criptas, en iglesias, catedrales y monasterios. Eso sin contar con el amplio elenco de estatuas ecuestres, monolitos, pensiones, condecoraciones, propiedades, títulos, honores y recompensas a título póstumo. Aun hoy, muchas iglesias y catedrales conservan epitafios que los recuerdan. En la catedral de Jaén, por ejemplo, se conserva un generosa cripta en el Sagrario dedicada exclusivamente a honrar a los “ mártires inmolados por Dios y por España cuyos gloriosos restos yacen en esta cripta bajo el signo de la Santa Cruz trazada en el suelo ” (sic) . Ocho grandes placas de mármol les recuerdan. Encabeza la lista, el señor Obispo de la Diócesis, Manuel Basulto. En otras provincias se construyeron majestuosas obras in memorian de los caídos en el bando insurgente. El Valle de los Caídos, en Madrid, ciclópeo monumento en el que se utilizó la mano de obra forzada de miles de presos republicanos, es buena prueba de ello. También se emplearon presos políticos para la construcción de pantanos, canales, minas o zonas devastadas, o en obras de fortificación o cárceles como el Centro Penitenciario de Carabanchel en Madrid. Curiosa paradoja el que los mismos presos construyeran las cárceles donde habían de ser confinados.

Aun hoy, tras veintiocho años de democracia, miles de calles recuerdan el pasado glorioso de los vencedores de “ la cruzada que liberó a España de la barbarie roja” rememorando las gestas del Movimiento.   Aun quedan muchos hitos y vestigios antidemocráticos entre el mobiliario urbano. Podíamos hacer un larguísimo listado de ellos dispersos por toda la geografía española, pero correríamos el riesgo de aburrir al lector. No obstante citaremos, a modo de ejemplo, algunos muy conocidos por ser zonas de gran tránsito. En Madrid, al día de hoy, aun se luce una estatua ecuestre de Franco en la plaza de San Juan de la Cruz, en Nuevos Ministerios. En el madrileño museo del Ejército, en la sección dedicada a la guerra civil, únicamente hay recuerdos, pinturas y maquetas del bando vencedor, ni un mísero retal de memoria republicana. En el Ferrol, entre los muros del Arsenal Militar, todavía se custodia la enorme estatua del Generalísimo que se ha lucido en la plaza de España hasta hace un año escaso. También en San Mateo (Narón) se conserva una estatua de Franco. En Barcelona, incomprensiblemente, aun se luce el monumento a José Antonio Primo de Rivera, el monumento a los Caídos y el monolito a la Victoria en el paseo de Gracia. En Santander, entre un sin fin de lápidas callejeras que nos recuerdan la épica franquista, puede hacerse un larguísimo recuento de vítores y monumentos con referencias antidemocrácticas: varios monumentos a los Caídos en el Faro, en el Barco-Prisión, en la plaza de la Catedral, otro a los caídos de la Cuarta División de Navarra, otra estatua ecuestre de Generalísimo, y monumentos a las Legiones, a Matías Montero, a la liberación de Santander, a los Alféreces Provisionales, o el cañón del almirante Cervera ubicado en la playa del Sardinero y que formó parte del contingente naval que bombardeó Santander y que produjo un gran número de muertos.

 

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